¿Creatividad o plagio musical?

Un jurado ha dictaminado que el gran éxito de 2013, Blurred Lines, del cantante Robin Thicke, es un plagio de Got to Give it Up, pieza de 1977 del soulman Marvin Gaye. Y ha calculado la indemnización en 7.300.000 dólares (6.723.328 euros).

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El artículo del país de Los plagios cantan ante los tribunales no tiene desperdicio alguno. Analiza los entresijos de la creatividad o plagio musical en función de los diferentes casos bastantes sonados en la historia reciente.

Asegura que Thicke, acreditado como coautor, trasladó la responsabilidad al productor Pharrell Williams, alegando que, cuando se compuso el tema, estaba bebido y colocado con Vicodina, medicamento adictivo. Thicke cantó y Williams tocó la línea de bajo de ambos temas, intentando convencer al jurado de que existe una nítida raya entre el plagio y el homenaje a la música de una época, con ellos situados en el lado de los buenos, como alumnos de Marvin y demás maestros.

También recuerda el caso del grupo británico The Verve que no recibió ni un céntimo de su inmortal Bitter sweet symphony (1997). El error consistió en empapar la pieza con las cuerdas de una versión instrumental de The Last Time, éxito de los Rolling Stones en 1965. En compensación, la empresa propietaria del tema exigió –y consiguió- todos los ingresos derivados de Bitter Sweet Symphony y el cambio de autores.

Lo cierto y verdad es que es difícil de demostrar la creatividad o plagio en el ámbito musical y si encima lo complicas con las distintas leyes de propiedad intelectual en cada país, hace que pueda ser considerado plagio en un país  y en otro no.

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